viernes, 5 de agosto de 2011

Dos más

Amores primarios

La niña con el lazo rosado estaba esa mañana en el columpio. Su risa subía y bajaba mientras se mecía, y llenaba sus zapatos de polvo cada vez que se impulsaba, para luego levantarlos como si con ese gesto pudiera alcanzar el cielo. Yo buscaba el mejor punto de mira para alcanzar mi objetivo: ¡tumbarle el lazo! Tenía mi posición, mi liga y mi clip preparados... “Si quieres que te haga caso, mejor comparte con ella el chocolate que siempre traes en la lonchera”, me dijo el director.

(Des)Encuentro terrorífico

Él en el banco, haciendo una cola. Yo, en mis peores fachas, me doy cuenta de que es él demasiado tarde. No lo veía desde hace cinco años. Él, de espaldas, no advirtió mi presencia. Yo no podía huir, tenía que hacer esa transacción. Aterrorizada, me senté en un sillón mientras mucha gente se paraba a mi alrededor. Pensé que sería inevitable: en el momento que anunciaran mi número, me tendría que dirigir a la taquilla, y quedaría a la vista de todos. Me llamaron, y justo en ese momento pensé en lo bueno que sería que las capas de invisibilidad no fueran una fantasía. Cuando el cajero terminó de despacharme, di media vuelta para enfrentar mi destino. Pero él estaba otra vez de espaldas llenando una planilla y yo salí por la puerta, de vidrio, como si nada. Cuando bajaba las escaleras del centro comercial, lo veía a lo lejos, concentrado en la planilla. Pensaba en todo lo que lo quise, pensaba en todo lo que me había hecho. Y desde ese terror, creo firmemente que las capas de invisibilidad, sí existen.