martes, 30 de abril de 2013

El encanto de la lluvia

La lluvia en el trópico es como una niña que canta frente a las visitas subiéndose el vestido y jugando con sus rizos, saltando y gritando. La suerte de sus espectadores le importa muy poco, lo que realmente le interesa es ser el centro de todo. 

Y moja las cabezas, y causa resfríos. Y acaba con casas. Y con carreteras. Y desborda los ríos. Y se lleva a la gente por delante. Y colapsa las ciudades. Y hace que quienes iban a llegar, lo hagan tarde. O nunca. 

Estropea las fiestas, los zapatos, los peinados. Los planes. El humor. Los nervios.

Y sin embargo también es capaz de hipnotizarme cuando la miro desde la ventana o la escucho desde el sofá. Y me convence cuando me acuerdo que riega los campos y luego todo se pone tan verde como me gusta. 

Es encantadora la lluvia. Como esa niña chillona que a veces acaba con nuestra paciencia, pero que en el fondo adoramos.

jueves, 25 de abril de 2013

Penumbra

¿Y si la luna llena de verdad significara algo, y yo pudiera verlo todo más claro, y todo se pusiera en su sitio? ¿Y si la penumbra sólo fuera una invitación a la aventura y no una presunción de peligro y desgracia?
¿Y si nada de lo que saliera a la luz hiciera daño?

Temo ignorar las señales.

martes, 23 de abril de 2013

Un toque

Escribirle a alguien es una forma de tocarlo.
Pero duele.
Se siente una puntada en el pecho. El escozor que deja el vacío. El vértigo que da el abismo que aparece cuando se abren los ojos para descubrir que el encuentro, ese en el que hubo abrazo, voz y caricia, fue un sueño.
Hay personas que no tienen idea de cuánto te hicieron llorar. Y ni si quiera te explicas cómo siguen en tu corazón. Ellas tampoco.
Hay amistades que te marcan para siempre y ocupan un lugar en tu alma al que ni tú mismo sabes llegar.
Y aunque ya no sufres por ellas, el día que las extrañas, duele. El día que sientes nostalgia y les escribes, duele.
Hay amistades profundas. No las desgasta el tiempo, ni la distancia, ni siquiera las heridas.
Hoy me acuerdo de las heridas, pero me sigue doliendo más la ausencia.

Las largas conversas. La complicidad. La risa. Eso que no está, es lo que realmente duele.

A veces sólo se puede tocar con palabras. Entonces decidí tocarte.