Cuántas palabras escuchamos de la boca equivocada y aún así nos hacen sonreír. Así somos. Nos gusta que nos acaricien con sílabas y sentir cómo nos intentan recorrer con suavidad y ansias de hacernos agua.
Adoramos ser la fantasía de alguien, aunque sea por segundos. Un simple juego de palabras que roce con ternura nuestro ego puede hacer que se nos olvide cualquier promesa. Como la rosa aquella necesitamos ser el centro del universo todos los días.
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